[quote align=»left» color=»#999999″]Además de la posible solución en la dirección de más educación e investigación, comparto en parte con el señor Molinas el diagnóstico del problema al identificar a la clase política española como “élite extractiva”[/quote]
Además de la posible solución en la dirección de más educación e investigación, comparto en parte con el señor Molinas el diagnóstico del problema al identificar a la clase política española como “élite extractiva” que se perpetúa a sí misma mientras vampiriza recursos del conjunto de la sociedad mediante comisiones, cargos, infraestructuras y empresas públicas totalmente inútiles. En las últimas décadas se han ido por las cloacas del sistema financiero de las administraciones públicas miles de millones de euros en aeropuertos que nadie usa (como el de Ciudad Real o el de Castellón), autovías que no llevan a ninguna parte, informes inútiles o inexistentes realizados por supuestas consultoras (Filesa, Noos, etc) y en innumerables cargos inútiles para los cuadros y clientes de los partidos políticos.
[quote align=»right» color=»#999999″]echo de menos en ese diagnóstico la aparición del gran “cómplice necesario” para que todos estos desmanes se hayan producido: el sistema bancario español y europeo.[/quote]
Sin embargo, echo de menos en ese diagnóstico la aparición del gran “cómplice necesario” para que todos estos desmanes se hayan producido: el sistema bancario español y europeo. Para que todo este dinero haya sido robado (digamos de una vez claramente la palabra) por la clase política española, alguien se lo ha tenido que proporcionar y ese “alguien” han sido los bancos españoles (y a su vez los europeos, que son quienes en gran parte se lo han prestado a los bancos españoles). Los banqueros españoles también son una “élite extractiva” responsable del expolio de la economía española. ¿Dónde han ido a parar los ingentes beneficios que ha ido acumulando la banca española batiendo año tras años récords de beneficios durante las últimas décadas? Qué curioso que nadie se esté haciendo esta pregunta.
Y hablando de desmanes, el señor Molinas utiliza a lo largo del artículo a los controladores aéreos españoles como ejemplo de “élite extractiva”, calificando sus actuaciones de “desmanes”. Como no explica en que consisten estos desmanes, no puedo rebatir su tesis, pero intuyo que su intención es escoger a un colectivo que provoque rechazo social y ponerlo en el mismo saco con los políticos para dar más fuerza a su argumentación.
Como controlador aéreo que lleva veinte años ejerciendo esta profesión me gustaría analizar esa caracterización de mi colectivo como élite extractiva.
[quote align=»center» color=»#999999″]Un controlador no decide lo que cobra ni puede asignarse recursos a sí mismo[/quote]
Un controlador aéreo se dedica a ordenar y separar el tráfico aéreo evitando que se produzcan accidentes tanto en el suelo como en el aire, así que no parece que esta profesión pueda encuadrarse dentro de la categoría de “cargo inútil” o mamandurria.Un controlador aéreo cobra un sueldo que le paga una empresa –AENA– gestionada privadamente por un departamento de RR.HH. Por tanto el controlador no decide lo que cobra ni puede asignarse recursos a sí mismo como pueden hacer los políticos. Si realiza horas extras es siempre a petición del departamento de gestión que, insisto, no está formado por controladores. Un controlador aéreo no cobra incentivos ni comisiones. Sólo cobra por las horas que trabaja, ni más ni menos. Se puede discutir que cobre mucho o poco, pero por ejemplo cobra menos que un banquero, un directivo de una multinacional, un presentador de televisión, un futbolista o Belén Esteban, personas todas ellas que no se arriesgan a ir a la cárcel en cada jornada laboral en caso de un fallo, como es nuestro caso. Finalmente, un controlador aéreo no dicta ni modifica las leyes a su antojo para beneficiarse.
[quote align=»right» color=»#999999″]Tal y como han declarado los responsables de ente en sede judicialningún controlador abandonó el puesto de trabajo ni impidió el movimiento de ninguna aeronave.[/quote]
¿Por que los controladores aéreos provocamos ese rechazo social de modo que se nos puede utilizar como espantajo para demonizar a cualquier colectivo por comparación? No voy a rememorar exhaustivamente los hechos pero en síntesis todo se remonta a la supuesta huelgadel 4 de diciembre de 2010. Tal y como han declarado los responsables de ente en sede judicialningún controlador abandonó el puesto de trabajo ni impidió el movimiento de ninguna aeronave. AENA decidió cerrar el espacio aéreo, miles de españoles se quedaron sin puente de la constitución y se decretó el estado de alarma (cosa que no se hizo cuando el volcán Eyjafjalla entró en erupción y el espacio aéreo estuvo cerrado durante ¡11 días! y que según la constitución sólo debe decretarse cuando el país está amenazado por una epidemia, catástrofe natural o invasión militar) y se nos militarizó –y este hecho es esencial– con el beneplácito de toda la clase política con la excepción de Izquierda Unida. El caos fue provocado por el quinto decreto en un año del ministro de fomento José Blanco, laminando nuestros derechos laborales y que contenía lindezas como la obligación de devolver a la empresa los días de baja o los permisos sindicales. La empresa mientras tanto estaba llevando a cabo acciones tan amables como negar la guarda legal a las madres con hijos menores de 4 años o los permisos por fallecimiento de familiares.
Este quinto decreto se publicó el 3 de diciembre, es decir la víspera de uno de los puentes con más tráfico aéreo del año. ¿Casualidad? No. Ya lo apuntó el periodista de investigación Antonio Rubio en un formidable reportaje en el periódico El Mundo: Fomento propició el caos de los controladores.Durante todo el año anterior y en especial los tres meses anteriores a la publicación el 5 de febrero de 2010 del primer decreto en el que se nos aumentaba un 50% (si, has leído bien) la jornada laboral y se nos bajaba el sueldo un 30%, no pasó literalmente un día sin que saliera en algún medio de comunicación de masas el ministro Blanco o algún cargo político importante dedicado a denunciar los supuestos privilegios y los “escandalosos” sueldos de los controladores. Nunca en la historia de la democracia se había producido una campaña tan prolongada y feroz contra un determinado colectivo. Cabe preguntarse por qué de repente un ministro decide atacar tan frontalmente a un colectivo que llevaba más de veinte años sin protagonizar una huelga ¿Acaso los sueldos de un colectivo de unas 2000 personas estaban llevando el país a la ruina? Más bien no. La masa salarial de los controladores supuso un 6% de los gastos de AENA en la última década y es insignificante respecto al PIB español. ¿Cual era el motivo entonces?
En 2010 los políticos bien informados tenían ya constancia de la situación financiera a la que habían abocado al país con sus “desmanes”. Para intentar tapar el agujero sin fondo de la tesorería nacional sólo tenían un recurso sin iniciar la orgía de recortes sociales que finalmente han tenido que realizar por imposición de Alemania y que supone un coste electoral que querían evitar a toda costa: las privatizaciones de empresas y servicios públicos. Privatizadas hace años las eléctricas, telefónica, el gas y el agua, quedaba una gran empresa por vender al mejor postor (o al que pagase la comisión más alta): AENA. Sin embargo, nadie en su sano juicio compraría una empresa con un sindicato fuerte y cohesionado que puede paralizar la compañía si está en desacuerdo con las medidas que los nuevos dueños quieran imponer: despidos, deslocalizaciones, subcontrataciones de servicios básicos, etc, que son habituales después de una privatización. Así pues, había que anular a USCA (Unión Sindical de Controladores Aéreos), el sindicato mayoritario de control aéreo. Para ello se contrataron los servicios de McKinsey, consultora especializada en técnicas de union busting o destrucción de sindicatos. Estas prácticas se crearon en Estados Unidos y estás recogidas entre otros en el libro Confessions of a Union Buster de Martin Jay Levitt. Consisten en un mobbing o acoso laboral a un colectivo sindicado, de modo que aumentando la presión por medio de despidos, amenazas, incumplimientos de convenio, traslados forzosos y humillaciones continuadas el sindicato se vea abocado a una situación límite de confrontación y finalmente ante la amenaza de despidos masivos, multas (de hasta 200.000 € en nuestro caso) e incluso cárcel, el sindicato se rompa y los nuevos amos puedan hacer y deshacer a su antojo. Técnicas similares se emplearon por ejemplo en France Telecom, con el resultado de 35 suicidios de empleados en dos años.
Después de este proceso destructivo de varios años, nosotros no tenemos derecho a la huelga como cualquier otro trabajador (miento: podemos hacerla con unos servicios mínimos del 110% de la plantilla de un día normal ), nuestros líderes sindicales son espiados por el Centro Nacional de Inteligencia (su director formó parte de la reunión del gabinete ministerial de crisis la noche antes del 4 de diciembre), nuestra página web fue hackeada la noche antes del primer decretazo, cientos de compañeros están bajo un proceso judicial que podría suponer su despido y el embargo de todos sus bienes y nuestros hijos no pueden confesar en el colegio la profesión de sus padres.
En un país donde los medios de comunicación son meros boletines oficiales del partido que los auspicia es muy sencillo para los políticos cargar contra un colectivo y destrozar su reputación ofreciendo al público el “enemigo del mes”, suscitando odios y envidias en un país lamentablemente tan propenso a ellos. Se trata del viejo truco del carterista: desviar la atención con una mano mientras con la otra te roba la cartera y el reloj.
Así pues, antes de opinar sobre algo es conveniente informarse exhaustivamente, especialmente si se va a atacar la reputación de un colectivo que, no olvidemos, está formado por personas con vidas y familias. Los controladores aéreos hemos sido una víctima más de la clase política española, que nos ha utilizado como cortina de humo para tapar sus vergüenzas y pagar su rapiña. Hemos sido víctimas, no verdugos.